viernes, 21 de junio de 2013

¿Para qué nos sirve el aparato respiratorio?


El aparato respiratorio se ocupa de obtener oxígeno y expulsar el dióxido de carbono que se produce en la respiración celular. Para que por medio del metabolismo los nutrientes sean degradados en el interior de las células, se requiere oxígeno. Este procede del medio externo y es introducido en el cuerpo por medio del aparato respiratorio. Como producto del metabolismo se obtiene dióxido de carbono que es eliminado también por el aparato respiratorio.

En los seres unicelulares y los animales acuáticos de pequeño tamaño (esponjas, pólipos y medusas) el intercambio de gases se realiza a través de la membrana de las células por lo que carecen de aparato respiratorio.
En los seres vivos más complejos, los aparatos respiratorios se caracterizan por poseer órganos que proporcionan superficies grandes, finas, húmedas y llenas de vasos del aparato circulatorio con el fin de intercambiar gases


La respiración puede ser de cuatro tipos: cutánea, traqueal, branquial,  y pulmonar.


Cutánea: Por la piel, se realiza el intercambio gaseoso. Para ello, la piel debe ser muy fina, estar siempre húmeda y con vasos sanguíneos para facilitar la absorción del oxígeno y la eliminación del dióxido de carbono.
Encontramos este sistema respiratorio en animales como los anélidos (lombrices), algunos moluscos (pulpo. calamar, almeja, caracol, entre otros), y anfibios (sapos, ranas, salamandras); incluso, en ciertos equinodermos (estrella de mar). En moluscos y anfibios es necesario complementar su función con otros sistemas respiratorios.



Traqueal: las tráqueas son propias de los artrópodos terrestres (insectos, algunos arácnidos y miriápodos). Son un sistema de tubos abiertos al exterior y que se ramifican por todo el cuerpo hasta llegar a todas las células. Estos conductos se abren al exterior por unos orificios llamados espiráculos.










Branquial: Las estructuras respiratorias son las branquias, estructuras muy finas que se hayan envueltas por agua. Las branquias aparecen en muchos animales de vida acuática, como anélidos, moluscos, crustáceos, peces y anfibios. Además se encuentran en crustáceos terrestres, como las cochinillas de humedad.

Los peces sujetan y extienden las branquias mediante arcos branquiales. En tiburones y rayas aparecen cinco o seis arcos y cuatro arcos en los peces óseos. Una estructura ósea llamada opérculo, protege estos arcos branquiales. El agua circula desde la boca a las hendiduras branquiales, presionada por la lengua y creando una corriente que favorece el intercambio gaseoso entre la branquia y el agua.

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